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Una nutrición adecuada puede romper el círculo vicioso de la pobreza y malnutrición en una sola generación, según Unicef

El Día Internacional del Niño se celebra el 20 de noviembre de cada año para conmemorar la publicación de la Declaración Universal de los Derechos del Niño en 1959 y la aprobación de la Convención de Derechos del Niño en 1989.

 

Este último documento es un tratado internacional que reconoce los derechos humanos de los niños y niñas, y que obliga a los gobiernos a cumplirlos.

La Declaración Universal de los Derechos del Niño cuenta con 10 principios que recogen las obligaciones de los Estados hacia su población más vulnerable. Hoy, destacamos el Principio 4, donde se enfatiza la salud y la alimentación de los menores:

“gozar de los beneficios de la Seguridad Social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberán proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y postnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados”. (Principio 4)

Al hablar del derecho a la alimentación, aparecen en nuestro imaginario niños famélicos y con desnutrición. Sin embargo, según el informe de Unicef de 2019 “El Estado Mundial de la Infancia”, la cara de la malnutrición ha cambiado. Uno de cada tres niños en el mundo no crece adecuadamente, a causa de la mala nutrición, no solo por escasa, sino por no ser adecuada.

Qué es la malnutrición: los datos de la paradoja

Según la Organización Mundial de Salud, la malnutrición en todas sus formas incluye la desnutrición, déficit en el aporte de vitaminas o minerales, sobrepeso, obesidad y el resto de enfermedades no transmisibles relacionadas con la dieta. En el mismo planeta se dan las dos formas de malnutrición: desde la obesidad, a la emaciación (adelgazamiento patológico).

Un total de 47 millones de niños menores de 5 años sufre emaciación y 14,3 millones la sufren de manera grave. 144 millones de niños sufren retraso en el crecimiento, mientras que 38,3 millones tienen sobrepeso u obesidad.

Unicef ha detectado situaciones y países en los que “coexisten estas tres formas de malnutrición: desnutrición, hambre oculta y sobrepeso. Esto significa que un solo país puede enfrentar el desafío de abordar las altas tasas de retraso en el crecimiento, deficiencias de micronutrientes y obesidad. O una familia puede tener una madre con sobrepeso y un niño con retraso en el crecimiento”. Se trata del nuevo concepto acuñado por Unicef: “la triple carga de la desnutrición que amenaza la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños, las economías y las sociedades”.

Las consecuencias de la malnutrición

Los efectos de una malnutrición, según el informe realizado por Unicef, se arrastran en la edad adulta y limitan incluso las oportunidades económicas y sociales. Una persona malnutrida está cansada, presta menos atención en clase, obtiene peores notas y tiene menos posibilidades de desarrollo profesional. Si un adulto mantiene sus malos hábitos nutricionales, es probable que sus hijos también lo hagan.

Este círculo de la malnutrición se da tanto en los países desarrollados, como en los menos desarrollados. Por ejemplo, en Estados Unidos, la obesidad infantil es más habitual en familias con baja educación y bajos ingresos. En Inglaterra, las tasas de obesidad infantil son más del doble en las zonas más pobres que en las mejor posicionadas económicamente.

Curiosamente, en las zonas más pobres hay cinco veces más restaurantes de comida rápida que en otras zonas. Y en muchos casos la comida más saludable es más cara que las opciones más insanas.

En los países menos desarrollados, por otro lado, las cifras son alarmantes. La malnutrición crónica afecta a un tercio de los niños en áreas como la República del Congo. Los niños y niñas que viven en zonas remotas tienen más dificultades para acceder a agua potable, saneamiento y sistema sanitario.  Estas carencias implican menos posibilidades de que terminen la escuela, más probabilidad de contraer enfermedades, y, en ese círculo vicioso, permanecer en la pobreza.

Según los datos de Unicef una buena alimentación puede romper este círculo vicioso de pobreza y malnutrición en una sola generación. Con una alimentación saludable, incluso hijos de padres malnutridos pueden crecer con un peso saludable.

 El marketing en la alimentación

Si bien no cabe duda de que hay una serie de causas socioeconómicas que potencian la malnutrición en los países desarrollados, el marketing de productos de alimentación también desempeña un papel importante en estos hábitos poco saludables. Desde Unicef, se hace un especial llamamiento hacia el marketing en los alimentos, la publicidad, el packaging y las campañas que se construyen pensando en la población infantil y que provocan la demanda de la denominada “comida basura” y bebidas azucaradas. Según Unicef, “este aumento en la comercialización de alimentos está directamente relacionado con el aumento de la obesidad infantil”.

 Tras esta afirmación, desde las autoridades de Unicef se propone que la legislación en cada país vaya dirigida a reducir el marketing de estos productos. Junto a la Organización Mundial de la Salud, además, insta a promover una mejor nutrición, y regular el marketing de los alimentos poco saludables dirigidos a los niños.